viernes, 19 de octubre de 2018

ETERNA PRIMAVERA



Desde niña siempre fue su estación favorita. Adora la primavera. Se entretiene, horas y horas, embelesada mirando el etéreo vuelo de una mariposa, de flor en flor, en cuyas alas se ha dormido el arcoíris. Le divierte ver a los gorriones andando a saltitos, picoteando el suelo en busca de comida para sus polluelos que esperan hambrientos en el nido. Pero, lo que más le gusta, es ver cómo florecen las macetas que durante el invierno permanecían dormidas. 

Ahora dispone de todo el tiempo del mundo para apreciar las pequeñas cosas que suceden a su alrededor. Sentada tras el ventanal, a veces dormita mientras se deja acariciar por los tímidos rayos de sol. Al despertar, observa con curiosidad infantil cómo cambia la luz y los colores del paisaje. 

Su mirada a veces se empaña de olvido. Cada vez le ocurre más a menudo, se pierde en el laberinto de sus recuerdos y luego le cuesta encontrar el camino para volver. De repente, suena una música que le recuerda alguna vivencia inolvidable. Entonces, la reconoce y con los ojos cerrados la acompaña con sus manos, es Suspiros de España, canta susurrando su letra mientras siente la misma emoción de aquellos días, cuando la bailaba con él. Fue el amor de su vida. No hubo nadie antes ni lo hubo después. Sigue ciegamente enamorada. Cuando cesa la canción regresa a su mundo de olvido y ya no recuerda su nombre. 

A pesar de todo nunca pierde la sonrisa. Le encanta que la duchen, la vistan, la perfumen y la pongan bien guapa. Sus manos ajadas, nudosas, con los dedos deformados por el reuma de tanto trabajar, ya no le sirven de ayuda. Sus piernas hace tiempo que se olvidaron de andar, pero ha aprendido a desplazarse con su silla de ruedas. 

Duerme en una habitación compartida, pero se siente muy sola en su nuevo hogar. Vive en su propio universo, como si fuera una isla entre todos los demás. Su mundo a veces es inmenso y otras es diminuto, depende del tamaño de su memoria. 

Al principio, añoraba a su familia, en especial a sus hijos que la cuidaban, pero cuando recibe su visita su rostro se ilumina. ¡Es tan feliz! Los recibe con una mano sobre el corazón y los ojos se le inundan de ayer. Cree ver en ellos a sus padres. Cómo se le emociona la voz al decirles a todos: 

¡Mirad, son mis padres, que han venido a verme! 

Por un momento, vuelve a ser la niña mimosa y dulce que fue, a la que tanto le gustan los besos, las caricias y los abrazos. Luego, cuando se marchan, de nuevo la envuelve un velo de soledad y le tiemblan las manos. 

Como cada día al despertar, ocupará su lugar frente al ventanal, donde su tiempo se detuvo. Para ella siempre será primavera. 


Relato publicado en el libro "CUENTOS DE LAS ESTACIONES", de Valencia Escribe.











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