jueves, 14 de febrero de 2019

DE TRES EN TRES


Suena la alarma del despertador a las 07:00 h, como cada mañana. Laura sobresaltada por ese pitido ensordecedor, se incorpora y la detiene de un manotazo. Enciende la luz. 

—Parece que ha refrescado —piensa Laura, al sacar los brazos de debajo del edredón. 

Se calza las zapatillas y se dirige al baño. Al salir, apaga y enciende la luz tres veces, por si acaso. 

Tras lavarse tres veces las manos con jabón, se da una ducha con tres jabonadas. Después de secarse el pelo se dirige a la cocina para desayunar, pero antes de marcharse, apaga y enciende la luz tres veces. 

Sentada en la cocina, de tres en tres sorbos, saborea su primer café del día. Lava tres veces su taza. Debe darse prisa si no quiere llegar tarde a la oficina, pero antes se asegura de que todo está en orden. Comprueba habitación por habitación. Apaga y enciende la luz tres veces, cada una de ellas. 

Por partida triple, abre y cierra la puerta de la calle antes de echar la llave. 

Como sufre de claustrofobia, no puede subir al ascensor. Utiliza las escaleras. Lo hace ascendiendo y descendiendo cada tramo por triplicado. 

Luego, se dirige a su trabajo dando un paseo. Sabe que, aunque el trayecto es corto, le cuesta un buen rato llegar hasta allí. Por cada diez pasos que da, ha de retroceder tres. Y si se equivoca, ha de volver a empezar o, de lo contrario, se agobia y es incapaz de moverse. 

Cada paso de cebra que encuentra en su recorrido ha de cruzarlo en tres ocasiones, entre ida y vuelta. Además, ha de esperar hasta que la luz cambie a verde tres veces antes de cruzar los semáforos. 

Llega al despacho agotada. Enciende y apaga el ordenador tres veces antes de comenzar su jornada. 

En todas las tareas que lleva a cabo, su esfuerzo es triple. 

Sus jefes y sus compañeros de trabajo lo saben. Por eso, procuran no distraerla, si no ha de repetirlo todo. Trabaja a su propio ritmo, pero es eficaz. El resultado es muy satisfactorio. 

Ellos respetan sus manías, aunque están algo preocupados, porque han observado que últimamente ha sufrido un empeoramiento. De un tiempo para acá, se empeña en controlarlo todo de una manera exhaustiva y, cuando cree que algo se le escapa, sufre ataques de ansiedad y le falta el aire. 

Al finalizar la jornada, es la encargada de cerrar la oficina. Hacerlo le lleva un buen rato. Hasta que no está segura de haber apagado y encendido tres veces la luz, así como de abrir y cerrar las puertas de cada despacho, no se marcha tranquila. 

Terminada su rutina de cierre, le espera otro agotador camino de regreso a casa. A lo largo del trayecto, repite lo mismo que ha hecho por la mañana, pero a la inversa. Esto le ocupa mucho tiempo. 

No tiene prisa y se lo toma con calma. Sabe que no puede evitar su comportamiento. Reconoce que debería hacer algo más para intentar llevar una vida normal, como la de los demás. 

Lo ha intentado en múltiples ocasiones, pero, hasta ahora, no le ha funcionado ninguna terapia y, por sí solo, el tratamiento médico que le han prescrito no hace milagros. 

No quiere que esos pensamientos la alejen de la realidad y la desconcentren. Si pierde la cuenta, ha de volver atrás y empezar de cero. 

Por último, sube y baja tres veces las escaleras antes de llegar a casa. Luego, tras repetir su triple acción de apertura y cierre de la puerta de la calle, echa la llave por dentro. 

Nadie la espera para cenar. 


(Relato publicado en el nº 36 de la Revista Digital El Narratorio de Febrero/2019)











4 comentarios:

  1. Muchas felicidades Pilar. Menudo relato, ¿quieres creer que me he agobiado un poco? Claro que cena sola, ¿quién podría compartir tanta fobia?
    a pesar de haberme agobiado, me ha gustado mucho.
    Besicos muchos.

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    1. He intentado expresar lo que sienten, en su día a día, las personas que sufren de TOC (Trastorno Obsesivo Convulsivo). Si te has agobiado, he logrado mi objetivo. Es una enfermedad muy dura e incomprendida por los demás.
      Muchas gracias, Nani, por tus palabras.
      Besos muy apretados.

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  2. Con es vida tan intensa a la pobre no le queda tiempo para tener amistades. Qué malos son los trastornos.
    Bien contado, Pilar.
    Un abrazo

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    1. Hay enfermedades muy difíciles de llevar, no solo por lo que sufre el paciente si no porque son incomprendidas.
      ¡Muchísimas gracias, Ángel!
      Besos muy apretados, amigo.

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