En
un lugar tan lóbrego como el que habitaban solo olía a moho y a viejo. Nunca ocurría
nada. Nadie perturbaba su silencio. Hacía demasiado tiempo que permanecían inmóviles.
Aunque se apoyaban entre ellos, les hería su abandono. Había desaparecido esa
emoción que sentían al estremecerse sus hojas por el roce de unos dedos.
Tampoco se iluminaban sus palabras, sin ese halo que desprendían las miradas llenas
de avidez. Pero jamás se resignaron al olvido.
Sus
lágrimas de polvo danzaron suspendidas en el aire cuando vieron el haz de luz
que atravesaba la cerradura. Supieron que alguien había descubierto que la sabiduría todavía estaba allí.
Relato escrito para la web estanochetecuento.com - ENTC
Convocatoria ENTCerrados Día del Libro 2020 ... De principio... a fin.