Se
siente orgulloso de su crecimiento personal hasta lograr ser abogado, pero jamás
olvida su pasado. Aquel invierno, cuando sus padres perdieron el trabajo, su
casa se quedó congelada y la nevera tan vacía como sus bolsillos. Le resultaba
imposible dormir. El hambre le gritaba desde su estómago. Con la inocencia que
da la niñez, soñaba que, al despertar, desaparecería aquella pesadilla y la
vida se vestiría de nuevo de esperanza tras la puerta. Se equivocaba. Todas las
mañanas se le inundaban los ojos de decepción hasta que un día su deseo se hizo
realidad.
Por
eso, en cuanto conoció la situación desesperada en que se encontraba aquel
barrio marginal, supo que debía proteger a esas familias que llevaban meses
viviendo en condiciones inhumanas.
Ha
presentado un recurso contra el corte del suministro eléctrico. Mientras se resuelve,
presta allí sus servicios como voluntario. Sabe que la Justicia no hace
milagros.
Sin cierta presión social, no hay cambio a mejor, porque no conviene, dicho sea de paso.
ResponderEliminarFelicidades, es un texto muy bueno. Un abrazo
Muchísimas gracias, Albada.
EliminarBesos apretados.