viernes, 19 de octubre de 2018

HIBERNACIÓN



Cuando todos se marchan regreso a casa. Me siento tan cansada que apenas me tengo en pie. 

Al abrir la puerta me recibe un viento polar, anticipándome que allí se ha instalado un invierno perpetuo. La ventisca me golpea tan fuerte que parece no desear que entre. Me tambaleo hacia atrás, pero logro recuperar el equilibrio dando un paso hacia el interior. 

Avanzo por el pasillo sujetándome a las paredes congeladas. No siento las manos, parecen dos bloques de hielo quemándome la piel. Los ojos, cegados por la nieve, no sirven de nada. 

Con gran esfuerzo consigo llegar hasta el salón, dejándome guiar por mi aletargado corazón. Freno en seco al descubrir que el suelo es un mar alrededor de un glaciar. Continúo la travesía aferrada a los icebergs que flotan a la deriva. Paso de largo de la cocina, no siento hambre. Poco a poco comprendo que me voy adaptando a este inhóspito lugar. 

Necesito llegar hasta nuestro cuarto. De pronto, como una avalancha, el sueño envuelve mi cuerpo y me aplasta. Han empezado los primeros síntomas. 

La habitación se ha cubierto de escarcha sin tu respiración y copos de nieve revolotean sobre las sábanas si tu corazón no late entre ellas. Las estalactitas cuelgan amenazantes del techo esperando que mis ojos las derritan cuando te miren apasionados. Mi boca exhala gélido vaho porque no encuentra el fuego de tus labios. Mi cuerpo tirita de frío si intento dormir y no me rodea tu abrazo. Intentaré sobrevivir a esta noche invernal, a pesar de tu ausencia. 

Otro día amanece sobre mi piel, pero la calidez del sol no alcanza a penetrar el témpano de mi alma, rota de dolor, tras besar tu frente congelada como última despedida. 

Sin ti, mi vida permanece en estado de hibernación. 



Relato publicado en el libro "CUENTOS DE LAS ESTACIONES", de Valencia Escribe.











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