Me
estremezco al dar el primer paso. Bajo mis pies, cruje la vieja senda de madera
ajada por el salitre. Se difumina su final entre las brumas del tiempo. Ochenta
años son demasiados. Nuestra vida se detuvo en un suspiro cuando mi padre tuvo que
huir. Necesito saber qué sucedió para honrar su memoria. Entro descalza en el
laberinto de su ausencia. Un viento otoñal azota mi espalda y me empuja hacia la
orilla mientras desordena mis cabellos canos, que ya han perdido ese castaño como
el suyo. Las olas se embravecen y su rumor rompe el silencio.
Tiembla
entre mis manos lo único que nos devolvieron de él: su poemario. Sus tapas de color
tabaco parecen heridas de muerte. Antes de abrirlo, inspiro. Entonces, se espuman
mis pulmones de la libertad de sus palabras. Mis ojos se arrasan de mar. La
playa pierde su desnudez y se cubre de aquellas alambradas que intentaron
arrebatarle su dignidad. Me hundo en su agujero, excavado en la sucia arena como
refugio contra el gélido invierno. No huele a canela ni a café, sino a hambre,
heces y miseria.
(Relato escrito para la web estanochetecuento.com ENTC
en octubre 2019)
Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el color MARRÓN.
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