No
se podía permitir cometer ni un error más. Por eso, había comprobado que aquel
traje era el auténtico. Sabía que su reputación estaba en juego.
Se
duchó con sumo cuidado para cumplir de manera rigurosa su ritual. Después, sobre
la cama, dispuso por orden todas las prendas que componían el uniforme. Así, impediría
que se repitiera lo de la última vez. Que, por su mala cabeza, su intervención había
resultado ser un completo desastre y acabó en el hospital. Frente al espejo,
confirmó que el atuendo le daba un aspecto imponente. Había llegado el momento
de demostrarle a todo el mundo de lo que era capaz.
Antes
de comenzar su jornada, se ajustó bien el cinturón sobre los calzones rojos y
desplegó su capa.
(Publicado en la web Microcuento.es)
Muy bueno!!buen título
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario!
EliminarBesos apretados.
Como ya te dije, un relato súper.
ResponderEliminarUn abrazo, Pilar
Mil gracias, Ángel, por pasarte por mi rincón.
EliminarBesos muy apretados, amigo.