miércoles, 6 de julio de 2022

PAMPALUNA


Cada 6 de julio, el cuerpo me pide almorzar huevos fritos y magras con tomate, pero cuando dan las 12, me revuelvo de tal manera que echo de menos brindar con champán en el momento del chupinazo. Y se acabó el descanso. Parece que fue ayer cuando llegué aquí con Hadley por primera vez. No sabía pronunciar tu nombre. Pero, desde mi obligada ausencia, la memoria se me inunda de vino y sidra, a ritmo de charanga y de las notas del Riau-riau. Con los huesos maltrechos de bailar día y noche durante todas las fiestas, al amanecer, acudo de nuevo al encierro, periódico en mano, para encomendarme a San Fermín. Mientras espero, asciende la adrenalina y me estremezco. Dejo de ser una leyenda para ser un pamplonica más. Y vuelvo a sentir la emoción de correr el encierro junto a los toros por la Cuesta de Santo Domingo, la plaza Consistorial, las calles Mercaderes y Estafeta, hacia la plaza de toros. Disfruto cada instante al máximo entre la multitud, hasta que, hecho polvo, canto el «pobre de mí».

Otro año más, me siento vivo contigo, Pamplona. Pero cuando los Sanfermines terminan, siempre permaneces en mis novelas, aunque yo me desvanezca en la eternidad.



Microrrelato presentado el XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín.



Foto obtenida de El Blog de los Sanfermines


4 comentarios:

  1. Esas fechas y lugar. Siempre en el recuerdo.

    Un abrazo y suerte

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  2. Lo escrito siempre permanece, como la magia de los sanfermines. Evocador relato, Pilar. Un abrazo

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