Saben
que no tienen nada que hacer. Que ha llegado el temido momento. Las perchas se
balancean inquietas dentro del armario mientras la maleta ajada permanece
oculta detrás de la puerta. Los zapatos vacíos tiemblan debajo de la cama sin
atreverse a salir. Todos permanecen en estado de alerta hasta que oscurece y se
hace el silencio. Entonces, las prendas se sacuden el miedo que las amordaza en
su encierro y, junto al calzado, preparan el equipaje para su huida a ninguna
parte. Se deslizan de puntillas hacia un destino incierto intentando no hacer
ruido. Temen ser descubiertos y se estremecen al rememorar su historia, escrita
con tinta de dolor y cicatrices. Cargan ya con demasiada humillación como para tener
que pasar por esta situación de nuevo.
Pero,
deben darse mucha prisa si quieren aprovechar la ventaja que les ofrece la
oscuridad. No pueden perder un segundo ni para derramar lágrimas ni para sentimentalismos.
Apenas les queda tiempo para ponerse a salvo junto a su dueña. Pronto amanecerá
y, con los primeros rayos de luz, regresarán para ejecutar su desahucio.
Triste realidad, las prendas de ropa, y los zapatos, esperando el desahucio.
ResponderEliminarTriste sí que lo es. Pero has usado la imaginación de manera estupenda. Un abrazo
Me alegra saber que te ha gustado, Albada.
EliminarMuchísimas gracias.
Besos apretados.
Me gusta el enfoque que le das rompiendo las costuras a lo tradicional. No sé qué pasará en el concurso, pero a mí ya me has ganado.
ResponderEliminarSi te gusta, ya es ganar para mí.
EliminarMuchísimas gracias, Margarita.
Besos apretados.