En el colegio Ana no tiene ganas de salir al patio. No sabe con quién jugar. Las cosas de niñas la aburren. Lo que de verdad le gusta es el fútbol, pero sus compañeros no la dejan participar. Desde un rincón observa cómo se divierten, pero ella solo puede mirar, mientras se le deslizan las lágrimas hasta la comisura de los labios.
En casa tampoco la apoyan. Le dicen que es la “rara” de la familia, que lo que siente será pasajero y ya se le pasará. Su padre apenas le habla ni la mira y, cuando lo hace, le dice que no acepta que ella no sea “normal”.
Ha notado que le gustan las chicas. Piensa que si se viste y actúa como un chico, todo será más fácil para todos. Nadie le dirá que se ha equivocado de cuarto de baño ni la mirará como si fuese un bicho raro.
Ahora se siente perdida. Sin su feminidad ya no es ella. Necesita encontrarse en el arcoíris y que aflore al exterior, que pueda decir con orgullo “Soy Ana”, sin nombres ni etiquetas ni color, a pleno corazón.
(Relato presentado al concurso de Editorial Zenda #historiasconorgullo )
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