sábado, 15 de noviembre de 2025

TIEMPO DE SILENCIO

 

En cuanto destellan las primeras luces del alba, su cuerpo empieza a vibrar de nostalgia y su alma se rebela ante tanta paz.

Aún retumban en su interior todos los golpes que sacudieron sus entrañas. Con el paso de los años, siente que las cicatrices de su desamparo se van haciendo más profundas a medida que arraigan en su corazón de bronce.

Como si fuera una antigualla que alguien abandonó en el pasado, se ha ido acostumbrando a la quietud del valle y, poco a poco, va disminuyendo el dolor que le provoca su forzoso destino. Pero no soporta las huellas de herrumbre que le va dejando a su paso el lento caminar del tiempo. Por eso se refugia en ese invierno que habita su piel de nieve e inunda su soledad de silencio.

Anhela que algún día se produzca el milagro, que de nuevo vuelvan a valorar su voz y la escuchen como antes. Cuando todos acudían a su llamada, no necesitaba comunicarse con palabras porque compartían el mismo lenguaje. Ella siempre marcaba el inicio y el final de cualquier celebración o duelo y los demás la respetaban. Era tan imprescindible para sus vidas de puertas para adentro como para el resto de la comunidad. Con su ayuda su existencia transcurría tranquila, sin sobresaltos. Confiaban en que ella velaría día y noche por su seguridad desde las alturas y que les alertaría en caso de emergencia con su repiqueteo. Sin embargo, todo cambió cuando se fueron marchando a la ciudad sin que pudiera hacer nada para impedirlo.

Desde entonces, quedó paralizada por su ausencia y ese inmenso vacío que dejaron enmudeció su canto. En aquel pueblo fantasma, el tiempo se detuvo en el pasado y comenzó a acumularse el olvido. No quedó nadie más para escuchar su plegaria y sus gritos cesaron cuando dejó de ser imprescindible.

Ahora, desde su atalaya, observa cómo dormita a sus pies la oquedad que dejó la vida que se fue y sigue soñando con que algún día todos regresarán de nuevo. Que, otra vez, resonará el bullicio de sus risas en las calles y plazas vacías y, rompiendo esa pesada losa de mutismo que la amordaza, despertará de su letargo.

Mientras tanto, su latido permanece vivo bajo una pátina de valor. Siente cómo su pena se alivia cuando, de repente, estalla un temporal que esparce con el viento sus lágrimas de lluvia más allá de los muros de piedra que la cobijan y con la luz de sus relámpagos ilumina su oscuridad.

Pero si con su voz de trueno la tormenta rompe su dolorosa soledad y las ráfagas de fuego de su aliento tañen su cuerpo con toda la furia de la tempestad, se estremece y su lamento viaja con el eco cuando logra desplegar sus alas y lanzar de nuevo sus campanadas al vuelo.


Relato presentado al I Premio Literario Rosablanca 2025.