Hacía
mucho tiempo que acompañaba a su padre cuando salía por las noches. De
madrugada, a veces, le dejaba conducir su coche nuevo si regresaba ebrio del
club de carretera que frecuentaba. Tenía que confiar en él si querían regresar sanos
y salvos a casa. A cambio de su discreción, no le importaba que, mientras lo esperaba,
se fumara algún porro, se bebiera un par de cervezas o que jugara con la
pistola ilegal que ocultaba en la guantera, siempre que no se enterase mamá.
Pero
aquella noche, lo que tuvieron fue muy mala suerte. Habrían llegado a tiempo de
soplar las quince velas de su tarta de cumpleaños, de no haberse topado con
aquel control policial.
(Publicado en la web Microcuento.es)