Cada
vez le pesa más esa soledad que arrastra desde hace un tiempo. Las noches se le
hacen eternas mientras espera que despunten las luces del alba. Echa de menos relacionarse
con los demás, pero, cuando lo intenta, se siente mucho peor. Se desata una
especie de locura a su alrededor y prefiere evitar todo ese caos. Le resulta
imposible entablar nuevas amistades. Se aburre. Su mayor consuelo es pasear desde
que apareció en aquella casa a la fuerza durante una sesión de espiritismo.