Después del último impacto, Bana se sacude el polvo que cubre su pequeño
cuerpo. Mientras lava con sus manos temblorosas la tierra que ciega sus ojos, no
deja de tiritar entre lágrimas. Las recientes sacudidas han dañado gravemente su
casa. Siente que las detonaciones son cada vez más fuertes y estallan mucho más
cerca.
Esta noche teme quedarse dormida. Sabe que, si se produce un nuevo
ataque, tal vez no vea otro amanecer. Muerta de miedo, permanece agazapada en
un rincón con la cara iluminada por la luz que emite la pantalla del ordenador.
Antes de que caiga la próxima bomba, teclea una petición de socorro:
— SOS ¿Hay alguien ahí?
—…
Tras múltiples intentos, tiene suerte. A su llamada responde la solidaridad.
En Alepo, su ciudad, ya no queda nada: ni escuelas ni hospitales ni esperanza. Se
lo han arrebatado todo, salvo la dignidad y las ganas de vivir. No le han
dejado otra salida.
Cuando la seguridad y la salud se vuelven una utopía, emprende con su
familia y su dolor un éxodo obligatorio junto a los demás supervivientes. Con los
restos de su pasado a cuestas, avanza hacia la incertidumbre de la tierra
prometida. Pero al llegar allí, entre alambradas de intolerancia, solo encuentra
frío, hambre y miseria sin expectativas de futuro.
A pesar de todo, Bana no se rinde. Sus ojos aún conservan pequeños
destellos de luz que le infunden valor para continuar persiguiendo nuevos sueños
fugaces.
Pilar
Alejos Martínez.
Microrrelato incluido en la Antología de Minificciones "Huellas de la Memoria" publicado por la Revista Brevilla.
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