No hay distancia
para los sentimientos
que aletean
ni acantilados
para el deseo
de líquida piel.
Hay un poema
para la ternura
que anida en la boca
y palabras terciopelo
para la sed
de áridos labios.
No hay distancia
para los sentimientos
que aletean
ni acantilados
para el deseo
de líquida piel.
Hay un poema
para la ternura
que anida en la boca
y palabras terciopelo
para la sed
de áridos labios.
Apenas una añoranza,
un silencio entre los dedos,
un sabor de luna.
Y regresas
a mi mirada, a mis labios
al borde de los tuyos.
Y anocheces
a la orilla de un suspiro
en el horizonte de mi espalda
Como llovizna de luz
inundas, de ti, de mí,
la ausencia que es herida.
Esa ausencia
que lleva tu nombre
al despertar.
Esa soledad
que abraza tu calor
y se desvanece.
Esa desnudez
que tirita en el alma
sin tu abrazo.
Esa nostalgia
que huele a tu piel
y besa mis labios.
Nadie es eterno.
Nada perdura.
Salvo este amor
inmarcesible.
Relato que ha llegado hasta el podio semanal en el Concurso de Microrrelatos de la Cuenta 140 de la Revista El Cultural de El Mundo, cuyo tema es "Las cortinas".
Me
gustaba su compañía, pero hace tiempo que huyeron. Cuando algo va mal, son las
primeras en abandonar el barco. Me quedé sin saber qué le pasó a aquel
antepasado suyo que viajó a la luna. En mi situación, ha sido imposible preguntárselo.
Dejé
de salir. Permanezco aquí, inmóvil y callada. Nadie me ha echado de menos, ni
el cartero, a pesar de que el buzón vomita sobres sin abrir. Hace tanto que no tengo
quien me escriba cartas… tan solo son facturas.
Hasta
que no aparezcan los números rojos, no exigirán mi desahucio. Entonces,
descubrirán que la soledad mata.