Aunque
parezcan estar hechos con rotulador, ella afirma que son tatuajes. Los mensajes
y dibujos de distinto tamaño simulan haber sido colocados al azar, pero en
realidad, cubren su cuerpo de manera estratégica. Sin ella pretenderlo, a ojos
de los demás, le confieren ese aspecto de tía dura, que provoca entre los
compañeros admiración y temor a partes iguales. Su rostro impenetrable les
infunde demasiado respeto a todos. Por eso ninguno se atreve a negarle un favor
ni a llevarle la contraria en nada, excepto yo. Ella confía totalmente en mí, sin
embargo, comprendo que a veces prefiera estar sola. Algunos confunden su mirada
ausente con desdén y prepotencia. Ignoran que se equivocan. Tal vez porque jamás
la han visto tragarse su dolor y llorar de impotencia con el alma herida, como
lo he hecho yo. Desconocen lo difícil que resulta ocultar las huellas de esas
caricias que tanto duelen.