En cuanto notaba su presencia, me entraba tal tembleque en el cuerpo que me resultaba imposible articular ni una palabra. Ella era la primera bailarina del ballet. Esbelta, sutil y etérea. Yo, un simple tramoyista.
La observaba mientras bailaba, en equilibrio sobre la punta de su pie, ajena a todo cuanto sucedía a su alrededor. Permanecía quieta como una estatua y asiendo la mano de su compañero de baile giraba sobre sí misma.
Me recordó mi niñez, cuando descubrí lo que escondía la caja de música de mamá.
Se lo juro, Sr. Juez, no quise hacerle daño, fue mi naturaleza...
Relato publicado la 1ª semana de Noviembre en
https://www.cincopalabras.com/ )