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sábado, 17 de octubre de 2020

DESHOJA EL VIENTO...

 

Deshoja el viento

mis cabellos de otoño

cuando te miro.

Acompaña la brisa

mi largo viaje

hasta tus brazos.

Me hundo

en tus latidos en calma

en tu cálida piel,

en tu desnudez,

y sueño tu boca.




Imagen de Florin Radu en Pixabay 



viernes, 19 de octubre de 2018

HIBERNACIÓN



Cuando todos se marchan regreso a casa. Me siento tan cansada que apenas me tengo en pie. 

Al abrir la puerta me recibe un viento polar, anticipándome que allí se ha instalado un invierno perpetuo. La ventisca me golpea tan fuerte que parece no desear que entre. Me tambaleo hacia atrás, pero logro recuperar el equilibrio dando un paso hacia el interior. 

Avanzo por el pasillo sujetándome a las paredes congeladas. No siento las manos, parecen dos bloques de hielo quemándome la piel. Los ojos, cegados por la nieve, no sirven de nada. 

Con gran esfuerzo consigo llegar hasta el salón, dejándome guiar por mi aletargado corazón. Freno en seco al descubrir que el suelo es un mar alrededor de un glaciar. Continúo la travesía aferrada a los icebergs que flotan a la deriva. Paso de largo de la cocina, no siento hambre. Poco a poco comprendo que me voy adaptando a este inhóspito lugar. 

Necesito llegar hasta nuestro cuarto. De pronto, como una avalancha, el sueño envuelve mi cuerpo y me aplasta. Han empezado los primeros síntomas. 

La habitación se ha cubierto de escarcha sin tu respiración y copos de nieve revolotean sobre las sábanas si tu corazón no late entre ellas. Las estalactitas cuelgan amenazantes del techo esperando que mis ojos las derritan cuando te miren apasionados. Mi boca exhala gélido vaho porque no encuentra el fuego de tus labios. Mi cuerpo tirita de frío si intento dormir y no me rodea tu abrazo. Intentaré sobrevivir a esta noche invernal, a pesar de tu ausencia. 

Otro día amanece sobre mi piel, pero la calidez del sol no alcanza a penetrar el témpano de mi alma, rota de dolor, tras besar tu frente congelada como última despedida. 

Sin ti, mi vida permanece en estado de hibernación. 



Relato publicado en el libro "CUENTOS DE LAS ESTACIONES", de Valencia Escribe.











ETERNA PRIMAVERA



Desde niña siempre fue su estación favorita. Adora la primavera. Se entretiene, horas y horas, embelesada mirando el etéreo vuelo de una mariposa, de flor en flor, en cuyas alas se ha dormido el arcoíris. Le divierte ver a los gorriones andando a saltitos, picoteando el suelo en busca de comida para sus polluelos que esperan hambrientos en el nido. Pero, lo que más le gusta, es ver cómo florecen las macetas que durante el invierno permanecían dormidas. 

Ahora dispone de todo el tiempo del mundo para apreciar las pequeñas cosas que suceden a su alrededor. Sentada tras el ventanal, a veces dormita mientras se deja acariciar por los tímidos rayos de sol. Al despertar, observa con curiosidad infantil cómo cambia la luz y los colores del paisaje. 

Su mirada a veces se empaña de olvido. Cada vez le ocurre más a menudo, se pierde en el laberinto de sus recuerdos y luego le cuesta encontrar el camino para volver. De repente, suena una música que le recuerda alguna vivencia inolvidable. Entonces, la reconoce y con los ojos cerrados la acompaña con sus manos, es Suspiros de España, canta susurrando su letra mientras siente la misma emoción de aquellos días, cuando la bailaba con él. Fue el amor de su vida. No hubo nadie antes ni lo hubo después. Sigue ciegamente enamorada. Cuando cesa la canción regresa a su mundo de olvido y ya no recuerda su nombre. 

A pesar de todo nunca pierde la sonrisa. Le encanta que la duchen, la vistan, la perfumen y la pongan bien guapa. Sus manos ajadas, nudosas, con los dedos deformados por el reuma de tanto trabajar, ya no le sirven de ayuda. Sus piernas hace tiempo que se olvidaron de andar, pero ha aprendido a desplazarse con su silla de ruedas. 

Duerme en una habitación compartida, pero se siente muy sola en su nuevo hogar. Vive en su propio universo, como si fuera una isla entre todos los demás. Su mundo a veces es inmenso y otras es diminuto, depende del tamaño de su memoria. 

Al principio, añoraba a su familia, en especial a sus hijos que la cuidaban, pero cuando recibe su visita su rostro se ilumina. ¡Es tan feliz! Los recibe con una mano sobre el corazón y los ojos se le inundan de ayer. Cree ver en ellos a sus padres. Cómo se le emociona la voz al decirles a todos: 

¡Mirad, son mis padres, que han venido a verme! 

Por un momento, vuelve a ser la niña mimosa y dulce que fue, a la que tanto le gustan los besos, las caricias y los abrazos. Luego, cuando se marchan, de nuevo la envuelve un velo de soledad y le tiemblan las manos. 

Como cada día al despertar, ocupará su lugar frente al ventanal, donde su tiempo se detuvo. Para ella siempre será primavera. 


Relato publicado en el libro "CUENTOS DE LAS ESTACIONES", de Valencia Escribe.