Aunque
mi entrada fue un tanto precipitada, esperaba que se alegrasen al verme llegar antes
de tiempo. Pero no fue así. Por sus caras de sorpresa, deduje que les había
pillado desprevenidos en Nochebuena mientras preparaban la mesa para cenar. Viendo
cómo me miraban, yo no sabía si reír o llorar. Al principio, se asustaron
mucho, pero enseguida se arremolinaron a mi alrededor. Cuando lograron
tranquilizarse, la confusión dio paso a la alegría y me recibieron con los
brazos abiertos. Dejaron de resonar los tradicionales villancicos y apagaron la
luz. Los suaves destellos del árbol de Navidad dieron un toque de calidez al
momento. Entonces, me arrullaron con una nana.
Relato presentado al concurso #cuentosdeNavidad
Qué bonito Pilar. Mucha suerte.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Mil gracias, Nani.
EliminarBesos apretados.