Hace
demasiado tiempo que a Soledad se le escurrió la vida entre los dedos. Una
niñez solitaria la rodeó de amigas imaginarias con las que jugaba y tomaba el
té. La adolescencia le llegó cargada de miedos e imposiciones paternas que le
cortaron las alas antes de volar. Más tarde, un matrimonio de conveniencia y un
marido posesivo educado a la antigua le regalaron una jaula dorada donde criar
a sus hijos. Durante años se dedicó a su familia a tiempo completo. La viudedad
le llegó cuando los pequeños crecieron y alzaron el vuelo. Para entonces, ya no
le quedaban sueños. Por eso, luego volcó todo el amor que le quedaba en el
cuidado de sus padres, hasta que les llegó su último aliento.
Ahora,
el olvido le ha devuelto sus muñecas y no se cansa de jugar en la residencia de
mayores en la que vive ajena a todo. Desconoce que una cruel pandemia ha
traído hasta allí a ese maldito virus que habita en su pecho y en el de sus
compañeros de juegos. Fuego y cenizas ponen el punto final a su historia. Sin
familia. Sin lágrimas. Sin despedida.
Qué triste historia!!! Muy bien contada...
ResponderEliminarBesos al alma y que tengas un maravilloso descanso.
Es triste y muy real, lo sé. Pero es el tema del concurso.
EliminarMuchísimas gracias, Paula.
Besos apretados.
Pilas que triste final para algunos de nuestros mayores y que bien lo has descrito. Muchas suerte amiga. Y cuidaros.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Está siendo terrible para ellos. Nada volverá a ser lo mismo.
EliminarMuchísimas gracias, Nani.
Besos apretados.
Bello pero triste. Uno de mis microrrelatos se parece mucho a este. Soledad.
ResponderEliminarDesconocido, muchísimas gracias.
EliminarA este microrrelato le tengo un especial cariño. Es la historia de muchas mujeres de la generación anterior a la nuestra.
Besos apretados.