Desde
que se truncaron mis vacaciones, vivo aferrada a una caracola que compré en mi último
viaje a Menorca. Si cierro los ojos y la acerco a mi oído, puedo escuchar el rumor
del mar. Huele a profundidades, a salitre y a nostalgia.
Por
eso, ya no puedo alejarme de ella ni de su océano. La llevo conmigo siempre. Al
liberarla en la piscina, noto que se levanta una ligera brisa marina que rompe la
calma y empiezan a ondear sus aguas de color turquesa. Las olas se atreven a traspasar
sus límites para besar la cálida orilla. Al principio me asusto. No sé si lo
que estoy viendo es un espejismo. Pero enseguida me sumerjo en su inmensidad y
me dejo mecer por su vaivén.
Una
fina capa de arena blanca va cubriendo el césped y nuestros cuerpos bajo el sol, pero a
nadie parece importarle. Con sus cubitos y sus palas, los niños construyen
castillos junto a la orilla. Los adolescentes sustituyen su atuendo habitual
por otro más apropiado para el surf y esperan flotando sobre sus tablas hasta que sople el viento y les dé alas para volar. Atraídas por el aroma de los bronceadores, revolotean
las gaviotas entre los bañistas buscando restos de comida. Al final del día, los
barcos regresan de faenar y hacen sonar sus sirenas antes de entrar a puerto.
Cuando
se adormece el atardecer sobre el horizonte, guardo la caracola y la imaginación.
Sé que esto no es el mar, pero se le parece mucho. Y mi isla está a punto de
zarpar.
Relato presentado al Concurso #Historiasdeviajes de zendalibros.com
Muy original. Me ha encantado la manera en que metes Menorca, o una playa cualquiera, en ese paraíso onírico.
ResponderEliminarPor las caracolas. Un abrazo
Menorca es para mí un paraíso. Adoro sus aguas, sus gentes y sus atardeceres.
EliminarMil gracias, Albada por tu bello comentario,.
Besos apretados.
cabas de cargarte el negocio de las agencias de viajes. vigila esa caracola que van a ir a por ella. me encata el tempo , la lentitud parsimoniosa con que todo va cambiando
ResponderEliminarsaludos
Muchísimas gracias, Gabiliante. He intentado que el ritmo recordase a la cadencia de las olas y al placer que nos evoca al recordar unas vacaciones junto al mar.
EliminarBesos apretados. Gabiliante!
No hay nada más poderoso que la imaginación, un billete hacia viajes sin límites.
ResponderEliminarMuy buena historia, Pilar.
Mucha suerte
Cuando las circunstancias son adversas y nos impiden viajar, no hay nada como la imaginación para viajar.
EliminarMuchísimas gracias, Ángel!
Hasta ahora no ha habido suerte, pero nunca se sabe...jajaja.
Besos muy apretados, amigo.