El masajista no tardó en reconocer aquel lunar bajo la nuca. Había soñado durante años con encontrarlo y ahora lo tenía ante sus ojos.
Lo había acariciado hacía tanto tiempo… pero era imposible de olvidar. Aún recordaba a su dueña, el aroma y la suavidad de su piel, así como el azul transparente de su mirada. No se atrevía a rozar su espalda, temblaba al oír su respiración… ¿y si se equivocaba?
Al terminar ella se dio la vuelta. Era tal y como la imaginaba desde que, aquel día hace veinte años, Sor María le dijo que su bebé había muerto.
Nunca la creyó…
(relato enviado a Relatos en Cadena - SER 1ª semana Septiembre)
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