Intento recordar cuándo dejamos de decirnos "te quiero" antes de dormir, cuándo los abrazos se volvieron gélidos y ya no pude parar de temblar, cuándo faltaron las caricias y besos sin que se me erizase de ausencia la piel. Y no sé cuándo te fuiste.
No recordaba
en qué momento el amor desapareció de su vida junto con la pasión y se transformó
en piedad. El cambio se produjo de manera gradual. Fue tan imperceptible que anuló
su capacidad de reacción. Cuando quiso darse cuenta, entre ellos solo existía un
abismo. Decidió seguir a su lado por generosidad. Eso es lo que, por su cultura,
se esperaba de ella.
Pero hoy,
se reveló al despertar de su letargo. Su pecho necesitaba latir de nuevo. Había
olvidado lo maravilloso que era sentirse viva desde que él amaneció en coma en otros
brazos, entre luces de neón.
Relato publicado la IV semana de agosto en la web solidaria
Nunca imaginé que a aquel agujero que apareció en mi pecho lo llamaría hogar. Al principio, me refugié en él como una zarigüeya asustada que huye de la luz. La oscuridad se convirtió en mi mejor amiga. Me acompañó en mi dolor y alivió mi soledad. Me sentía tan destrozada… Parecía que un tranvía me había pasado por encima. Tras tu ausencia, mi corazón quedó hecho añicos y dejó de latir.
Pero luego, todo cambió. Desplegué mis alas al descubrir que no te necesitaba para volar. Supe que te había vencido cuando me liberé de la soga de tus manos.
Relato publicado la III semana de agosto en la web solidaria
«Cuidado con los tréboles de cuatro hojas», le advirtieron anoche las estrellas, pero soltó una carcajada.
Sonó el despertador. Todavía tenía sueño, aun así, Paco se levantó.
Desayunó ojeando el periódico. Le dolió ver vacía la silla de María. En su lugar, encontró uno de esos tréboles con una nota que decía: «En la nevera te he dejado la comida». Cuando llegó a los horóscopos, buscó el suyo, Tauro. Tras leer la predicción de los astros, decidió que necesitaba un cambio en su vida. Le diría a María que no le comprase más ese periódico.
Durante todo el día, esperó sentado su regreso, como siempre, pero aquello nunca más ocurrió.
Otro escurridizo amanecer desliza su líquido sol a través de la persiana. Hace mucho que desperté, pero permanezco en la cama con los ojos cerrados. Los auriculares me susurran en bucle la misma canción. Es como un mantra que me aísla de todo, mantiene mi mente en equilibrio y ayuda a ponerme en pie.
Me impide pensar en cómo evitas mirarme a los ojos cuando rozas mis labios al llegar a casa. Prefiero recordar tu risa. Resultaba tan contagiosa cuando aún éramos cómplices… Aunque, cuando estás conmigo, no puedo dejar de temblar de ausencia dentro de tus abrazos.
El tiempo pasa, pero el dolor no cesa y late con fuerza perforándome el pecho. Una y otra vez, me envuelven esas palabras de Edith Piaf que actúan como un bálsamo:
«…Quand il me prend dans ses bras
Il me parle tout bas
Je vois la vie en rose…»
Entonces, me levanto y atravieso el espejo. Allí no me duele encontrar la habitación llena de mi rabia y vacía de su aliento. Siempre enmudecen los reproches de por qué la olvidaste en el asiento trasero del coche. Aquí, donde, en lugar de a culpa, tus besos saben a chicle de fresa.
Desde que él le dijo que tenía que partir, atrapa en su mirada cada destello de sol que amanece mientras lo espera junto a la orilla. Lo vio alejarse cabalgando sobre las olas cuando el rubor del horizonte acariciaba el mar.
Teme que un día suene esa sirena que habla de naufragios y de los hombres que nunca regresan. Su corazón se estremece y aletean enloquecidas las mariposas que habitan en su estómago.
Entre lágrimas de sal, emite su dulce canto hasta que platea de luna su aleta.
(Relato escrito para el Reto 5 lineas del mes de agosto de 2019 del blog de Adella Brac
Aquella playa no era lo que esperaban, pero si lograban aunar paciencia y esfuerzo, la estancia sería más cómoda y prolongada para todos. Ningún miembro de la tripulación los había preparado para esto. A partir de ahora, debían apañárselas solos. Lo mejor era que tomasen las decisiones por mayoría entre los miembros del colectivo. Si querían dormir tranquilos, debían darse protección unos a otros. De ello dependía su seguridad.
Se adaptaron bien a la situación, aunque la comida era escasa y la pesca se les resistía.
Desde que lograron hacer fuego, han sufrido bajas. Los demás esperan sobrevivir lo suficiente para ser los finalistas.
Relato publicado la I semana de agosto en la web solidaria