Nunca imaginé que a aquel agujero que apareció en mi pecho lo llamaría hogar. Al principio, me refugié en él como una zarigüeya asustada que huye de la luz. La oscuridad se convirtió en mi mejor amiga. Me acompañó en mi dolor y alivió mi soledad. Me sentía tan destrozada… Parecía que un tranvía me había pasado por encima. Tras tu ausencia, mi corazón quedó hecho añicos y dejó de latir.
Pero luego, todo cambió. Desplegué mis alas al descubrir que no te necesitaba para volar. Supe que te había vencido cuando me liberé de la soga de tus manos.
Relato publicado la III semana de agosto en la web solidaria
Las palabras obligadas, regalo de Javier Fesser, Director de cine,
y por este orden son:
Agujero - Zarigüeya - Luz - Amiga - Tranvía.
Qué bonito Pilar!! Me alegra volver a leerte, después de esta pausa.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muchas gracias, Nani. Necesitaba un respiro.
EliminarBesos muy apretados!
Es necesario encontrarse con uno mismo/a para soltar pesados lastres, a veces inconscientes.
ResponderEliminarBuen relato y un abrazo, Pilar
A veces, hay que caer en el abismo para abrir las alas y remontar el vuelo.
EliminarMil gracias, Ångel.
Besos muy apretados, amigo.
Cierto... a veces hay que tocar fondo para descubrir que tienes que luchar por salvarte.
ResponderEliminarMuy bueno, Pilar. Abrazos.
Muchas gracias por tus palabras y por la visita, Galilea.
EliminarBesos apretados.