viernes, 1 de noviembre de 2019

GHOST



En cuanto puse la llave en la cerradura, noté cómo la casa se estremecía. Temblaban tanto las paredes que parecía que su interior estaba siendo devastado por un terremoto. Los muebles abrían y cerraban sus puertas a mi paso mientras que yo esquivaba los objetos que salían volando a mi alrededor. Por un momento, pensé en huir, pero cerré los ojos y grité tu nombre. Entonces, el tiempo se detuvo y regresé a tu abrazo. Reconocí el aroma de tu piel, sentí una oleada de caricias y a tu aliento susurrando «quédate».

Ahora sé que lo más duro no fue perderte, sino desaparecer.



Foto: Nieves Nieto.


4 comentarios:

  1. Espectral relato. Me ha gustado, porque no esperaba ese giro final. Un abrazo.

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    1. Me alegra saber que te he sorprendido, Rebeca.
      Mil gracias por tu comentario.
      Besos apretados.

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  2. Ha de ser duro estar y no poder tocar ni participar en la realidad que se contempla. Buen relato de un amor que perdura, aunque haya de ser de forma incompleta. Un abrazo, Pilar

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    1. Lo que más cuesta es marcharte del todo.
      Muchas gracias, Ángel.
      Besos muy apretados, amigo.

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