A Ari le costó mucho cerrar los ojos. Era Nochebuena y estaba inquieto, pero le venció el cansancio y la cabeza se le llenó de sueños. Bajo sus párpados, dio rienda suelta a sus fantasías. Tenía la esperanza de que en Navidad se cumpliera alguno de sus deseos. Aun así, no pudo evitar soñar por encima de sus posibilidades. Le crecieron alas y pudo volar lejos de allí por un cielo azul. Se despertó temprano. No aguantaba en la cama ni un segundo más. Sin desayunar, salió en busca de sus amigos. Fueron acudiendo uno a uno. Cuando estuvieron todos, comenzó el recuento a los pies de un árbol. Uno, dos, tres… No faltaba ninguno. Habían logrado sobrevivir unas navidades más en los campamentos de refugiados de la isla de Lesbos.
Relato presentado al Concurso #cuentosdeNavidad de zendalibros.com
Impresionante, Pilar. Mucha suerte. Me ha encantado.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muchísimas gracias por tus palabras y tus buenos deseos, Nani.
EliminarBesos apretados.
Ha de ser una aventura de vida, muy dura, permanecer en esos campos de refugiados.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz 2022
Y lo peor es que nadie pone solución al problema humanitario.
EliminarMuchísimas gracias, Albada,
Feliz 2022 y Felices Reyes Magos!
Besos apretados.
De vez en cuando tenemos noticia de tragedias e injusticias humanas, pero pronto se nos olvida. Relatos como el tuyo pueden ayudar a poner de manifiesto algo que no debería de suceder, a lo que habría que poner solución.
ResponderEliminarSuerte, Pilar. Felices Reyes.
Muchísimas gracias por tus palabras, Ángel.
EliminarBesos apretados.