Un
día más, vuelvo a casa con las manos vacías. Mi pequeña desconoce que hace
mucho que perdí el trabajo y no sé cómo decírselo. No puedo decepcionarla.
Merece una niñez feliz y creer en los sueños como los demás. Si supierais la admiración
con la que me mira al llegar a casa cargada con las bolsas de comida a punto de
caducar… Desde que su papá nos abandonó y se olvidó de nosotras, nunca se sintió
tan segura como a mi lado. Le encanta que la abrace con fuerza al despertar y
que le susurre al oído lo mucho que la quiero, que todo irá bien, que nadie
podrá separarnos jamás. Cada noche leemos historias fantásticas. Aunque no se
duerme hasta que me invento un cuento, donde ella es una princesa en apuros y yo
soy quien la rescata de los malvados.
Entonces,
en su mundo de fantasía desaparece nuestra pobreza. Ignora que ella es la que
me salva a mí de la locura y de esta terrible sensación de fracaso. Dejo de
sentirme una perdedora para ser su heroína.
Muy buen relato.
ResponderEliminarBesos.
Me alegro mucho de que te haya gustado, Amapola Azzul.
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario.
Besos apretados.
Muy bueno y a veces triste realidad!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario.
EliminarBesos apretados.