Con
lágrimas en los ojos, se asomó a través de la escotilla para disfrutar de la
belleza del amanecer. Necesitaba respirar, sentir en su piel la caricia de la
brisa fresca y recobrar el aliento, tras una noche más de luchar contra ese
monstruo llamado soledad.
Embarcarse
en aquel crucero le había parecido una buena idea, una oportunidad de conocer
gente nueva, que no conocieran su historia. Necesitaba olvidar su pasado y cambiar
el rumbo de su vida.
Hasta
el momento no había tenido suerte. Entre el pasaje, solo encontró parejas de
recién casados o familias con niños. Se sintió ignorada. Nadie reparó en su
presencia ni le dirigieron una sola palabra amable, salvo la tripulación.
Frente
a la luz del sol, lo vio muy claro. Había cometido un error. Desembarcaría en
el próximo puerto sin mirar atrás. Para cuando recibieran su merecido por su
desprecio, ella ya estaría muy lejos de allí.
(Publicado en la web Microcuento.es)
Que Gran historia, y efectivamente se da uno cuenta que la soledad en momentos la pasa la factura a las personas.
ResponderEliminarEs verdad, Jorge. La soledad mata.
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras.
Besos apretados.