jueves, 19 de septiembre de 2019

CONTIGO


Desde que me ofreciste tu brazo para andar enlazados, desapareció mi miedo. Se tranquilizaron y dejaron de temblar mis piernas dispuestas a acompañarte. Me bastó con mirarte a los ojos para recuperar el aliento y volver a suspirar. «No tienes nada que temer», me susurraste. Siguiendo tus latidos encontré el camino. En tus labios, recordé el sabor del mar cuando se espuma. Fuimos uno, desde el momento que tomé la decisión de darme la vuelta y aferrarme a ti.

Atrás quedó la inmensidad que me ofrecía la luz blanca y cegadora. Dejé de ser sombra para ser destello a tu lado.



Foto de Manuel Moraleda


4 comentarios:

  1. Hermoso y sentido relato de amor. Un abrazo querida Pilar.

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  2. No hay nada comparable a los instantes en la compañía de quien más se quiere, que tú describes muy bien.
    Un abrazo, Pilar

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    Respuestas
    1. Sobre todo si te hace regresar de la luz.
      Mil gracias, Ángel.
      Besos muy apretados, amigo.

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