Parece
un día como los demás, pero, de repente, mi vida da un giro inesperado. Su
actitud me pilla tan desprevenida como cuando te sorprende en mitad del campo una
tormenta de verano.
—¡No quiero volver a verte! —me grita con sus ojos inyectados de ira a la
vez que me arrastra fuera de casa.
Una
vez en el coche, emprendemos aquel viaje hacia lo desconocido que se me hace eterno,
donde el tercer pasajero que nos acompaña es el silencio. No te imaginas cómo
me duele en las entrañas. No hay ni un pequeño roce de su mano ni una muestra
de cariño.
No alcanzo
a comprender qué error tan grave he podido cometer para merecer su desprecio. Hemos
superado tantas dificultades juntos que nos han unido más. Somos inseparables.
Hasta ahora, le bastaba una mirada de amor y mi compañía para olvidarlo todo.
Descubro
que es un viaje sin retorno cuando noto el frío asfalto de esta carretera
solitaria bajo mis patas mientras veo cómo sus rojas luces se alejan.
Relato presentado al concurso #historiasdeanimales
Buenísimo ese giro narrativo. ¡Me has pillado totalmente descolocada! Me encanta que me sorprendan así, Pilar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra haberte sorprendido, Rebeca. Mil gracias por tus palabras.
EliminarBesos apretados.
Muy bueno es cuento y como es habitual en ti, lo mejor el final, donde muestras la realidad. Mucha suerte Pilar.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Mil gracias, Nani, por apreciar ese final inesperado.
EliminarBesos apretados.
Transmite tanto que que emociona.
ResponderEliminarNo sabes cómo agradezco tus palabras, Eulalia!
EliminarBesos apretados.
Triste realidad contada desde el punto de víctima de una víctima que no puede comprender el motivo que lleva a su abandono.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte, Pilar
He querido darle voz a quien no la tiene.
EliminarMil gracias, Ángel, por tu comentario.
Besos muy apretados, amigo.