Aquel
amanecer, el miedo nos amordazó a punta de pistola. Desde entonces, tuvimos que
tragarnos el dolor que nos produjo la ausencia de papá. En nuestra familia se
congeló el tiempo, sobre todo el de mamá, que no volvió a ser la misma. Con el
alma desgarrada, nos tragamos nuestra desesperación. Guardamos silencio de
puertas para fuera mientras lágrimas de impotencia y de rabia nos llovían por
dentro.
Tras
años de luto en el corazón, ella murió clamando justicia para él. Jamás dejó de
luchar para demostrar su inocencia. Aquella herida nunca cicatrizó. Permaneció latente en todos nosotros hasta
que, una vez abierta la cuneta que lo abrigó, nos lo devolvió el olvido.
(Publicado en la web Microcuento.es)
Foto de Marina Vitale en Unsplash
Demasiados muertos en las cunetas españolas, espero que alguna vez recuperen a sus muertos quienes perdieron a sus seres queridos.
ResponderEliminarUn abrazo
Demasiadas tumbas cerradas en las cunetas, demasiadas heridas abiertas en el alma.
EliminarMuchísimas gracias, Albada.
Besos apretados.
Corto e intenso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como debe ser un microrrelato.
EliminarMuchas gracias, Amapola Azzul.
Besos apretados