Aunque
no quieras, el tiempo se te esfuma entre los dedos y no lo puedes retener. Por
eso, cuando entro en la habitación de jugar y abro el baúl de los juguetes, me entristezco.
Cada vez está más vacío. Los pocos que quedan permanecen apiñados en el fondo. Parecen
tristes y apenados, como si echaran de menos a los ausentes. Saben que todos
los que se marchan nunca regresan. Los años pasan, los niños crecen, pero son
inseparables. Cuando se van, se llevan consigo sus favoritos. Los necesitan.
Así no se sienten tan solos.
Aunque
vivo dedicada al cuidado de mis hijos con mucho amor y me preocupo
de que tomen sus medicinas, la vida es tan cruel que me los arrebata.
Y
cuando llega el momento de partir, procuro que lo hagan siempre muy bien
abrigados. Al anochecer, hace mucho frío y hay demasiada humedad en ese rincón
del jardín.
Emotivo y tierno microcuento.
ResponderEliminarBesos.
Me alegra mucho saber que te gusta, Amapola Azul.
EliminarMil gracias por tu comentario.
Besos apretados.
Me gustó y me sigue gustando
ResponderEliminarUn relato muy humano.
Un abrazo, Pilar
Mil gracias, Ángel por tus palabras.
EliminarBesos apretados.
Pero es muy triste ese nido vació. Buen texto.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchísimas gracias, Albada.
EliminarBesos apretados.