Mi impaciencia
se acomoda en el silencio del
alba,
restos de noche
se desvanecen heridos de luz.
Siento que llora la estación
mi ausencia. De agua las paredes,
de barro los cimientos,
ecos de sombras la cobijan
y su soledad queda desnuda de mí.
E l p a i s a j e
huye en dirección opuesta,
los campos se ahogan de sol
sin su piel de escarcha,
y las casas abren sus ojos
como luciérnagas aleteando
su adiós en morse.
Serpentea el tren
con sus cabellos de viento
trenzando manojos de railes
con horizontes infinitos.
Se adormece en mi regazo
la incertidumbre del adónde
con el vaivén del porqué del viaje.
Atrás, la mordaza,
el palpitar del reloj,
la desnudez del ayer,
el fuego de hielo.
Delante, la emoción,
el dragón valiente que,
con sus alas, tiñe
el olvido de azul.
Los caminos de hierro y los de la vida emparentados. Bonito poema, Pilar. Muy visual, además. Un abrazo.
ResponderEliminarCómo me alegro que te haya gustado, Ángel. Muchísimas gracias! Besos.
EliminarMe ha gustado realmente mucho.Enhorabuena!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias! Besos.
EliminarGenial, lo tuyo es la poesía... Brava
ResponderEliminarGenial, lo tuyo es la poesía... Brava
EliminarMarí, muchísimas gracias por tu apoyo a mis poemas. Besos.
EliminarMuy bonito Pilar. 👌👏
ResponderEliminarMil gracias por tus palabras. Besos.
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