Le costaba comportarse con amabilidad, pero es que estaba tan harta de las miradas de compasión. Se conformaba con que mostrasen un poco de empatía, que por un momento se pusieran en su lugar. Tampoco pedía demasiado.
Durante los primeros días, todos le ofrecieron su ayuda de una manera altruista, pero pronto olvidaron su compromiso y se quedó totalmente sola. Demasiados meses de insomnio, de incertidumbre, de buscar un motivo e incluso de sentirse culpable por mantener la esperanza.
Ahora, que conoce la cara del monstruo que le arrebató a su hija, necesita justicia y así podrá llorar su dolor.
Un relato que es ficción, pero que también es tristemente actual. Malditos monstruos.
ResponderEliminarUn abrazo, Pilar
Ángel, casi siempre la realidad supera a la ficción y nos recuerda que los monstruos viven a nuestro alrededor y son capaces de llegar a llevar a cabo actos atroces.
EliminarMil gracias por tu comentario.
Besos apretados, amigo.
El dolor lo lleva cada uno y, desgraciadamente, no existe consuelo. Sobre todo en casos así. La venganza no aliviará la pérdida, pero nadie puede negarle ese derecho. Muy buen micro, Pilar. Saludos!
ResponderEliminarDavid, cuando el dolor que se siente es tan grande el único consuelo que nos queda es que se haga justicia.
EliminarMuchas gracias por pasar y dejarme tu comentario.
Besos apretados.
Dolorosa realidad que se vuelve frecuente en nuestros dias, y a veces la justicia no llega. Bonito relato Pilar
ResponderEliminarHay demasiados lobos con piel de cordero, por desgracia.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Edith.
Besos apretados, amiga.