Siempre existe un lugar bajo el sol donde ocultarse. Sus destellos nos permiten ser invisibles, mostrar la cara más amable, nuestra mejor versión. Somos la pareja perfecta: profesionales de éxito y tan enamorados… Nos hemos convertido en ese espejo en el que todos quieren mirarse, en la estrella fugaz objeto de sus deseos.
Al llegar la noche, regresamos a nuestra casa, lóbrega y vacía, sin un rincón donde esconder nuestros corazones desnudos. Sentados, frente a frente, nos quitamos la careta y, entonces, aflora el dolor.
Ese amor, que antes deslumbraba en nuestra mirada, cada vez es más débil. Apenas palpita un rayo de luz entre las sombras de tanta soledad.
Foto: Adam Ekberg
En la intimidad es donde se ponen a prueba las relaciones.
ResponderEliminarBuen relato, Pilar
Un abrazo
Cuando se va la luz solo quedan las sombras...
EliminarMuchas gracias, Ángel.
Besos muy apretados.