En
cuanto llegaba el verano, afloraba en papá una irrefrenable atracción por correr
aventuras fantásticas. Por eso, durante años, mantuvo una doble vida. De día trabajaba
en un banco. Y, de noche, actuaba en un local de drag queens. No le
importaba demasiado obtener dinero de los demás a base de engaños, aunque nunca
fuese suficiente. De haberlo sabido antes, su comportamiento hubiera sido distinto.
El monstruo que habitaba en su interior se volvió insaciable. Sabía que, si no
acababa pronto con él, terminaría en un agujero negro sin posibilidad de
retorno. Le dolió mucho perder a sus amigos, pero jamás se hubiera perdonado
hacernos daño a nosotros. Postrado de rodillas ante mamá, le suplicaba una y
otra vez entre lágrimas. Al final, ella siempre cedía a su arrepentimiento y le
daba su perdón.
Aún
hoy, su vida sigue siendo una odisea. A veces sufre alguna recaída, sin embargo,
sabe cómo controlar su adicción. Ahora se conforma con cabalgar a lomos de un
dragón hasta que se detiene el carrusel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario