El curso del 65 me estaba resultando muy aburrido. No lograba concentrarme. El invierno había sido duro, en el pueblo no sucedía nada interesante, todos los días la misma monotonía. Las únicas opciones de diversión eran, darle patadas fuertes a un balón para que, tras chocar con la pared, volviese rebotado hacia ti o hacer carreras con tu propia sombra.
Pero llegó el verano y con él las fiestas del pueblo. De repente se llenó de vida, la gente ocupaba las calles y plazas, todo era fiesta y algarabía. Me llegaron las primeras notas, como ráfagas de viento, que me empujaron a correr hasta la plaza. Sobre el escenario, lleno de luces de neón, el grupo interpretaba una canción que nunca había escuchado.
Un gran título, un riff cautivador, un gran sonido de guitarra que captaba muy bien el espíritu de aquellos tiempos y la inocencia de un niño que descubrió el significado de “Satisfaction”.
Imagen: Christer Strömholm
cuando llega el verano y el tedio del invierno toca a su fin, cualquier actividad nos parece una maravilla, aquello que nos roba la monotonía
ResponderEliminarun beso
Juana, tienes razón. Cualquier suceso, que se salga de lo cotidiano y monótono, es motivo para recordar, sobre todo si te abre los ojos a otros mundos, a otras músicas, entonces se convierte en inolvidable.
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario.
Besos.