En su mirada, llovía agua de mar. Su tristeza había borrado su sonrisa. La comisura de sus labios descendía hacia el abismo y yo no imaginaba por qué.
Nuestra amistad había crecido con nosotras. Ya no éramos aquellas niñas que reían a carcajadas, pero era tal la complicidad que nos unía que, entre nosotras sobraban las palabras, bastaba una mirada, no hacía falta hablar.
Ahora, algo había cambiado, en sus ojos había desasosiego y la sombra de un hombre, que no se atrevía a confesar.
Al llegar a casa, cuando mi pareja me miró a los ojos… allí estaba ella…
(Relato publicado la 2ª semana de marzo en https://www.cincopalabras.com/)
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