Impone verla recorrer, arriba y abajo, los pasillos de la caballeriza. Camina con la cabeza erguida, los ojos cerrados y el rostro impenetrable. Viste un abrigo largo cuya capucha le cubre la cabeza y le confiere un aspecto inquietante.
A veces, se detiene y presta mucha atención. Ni los mozos más valientes se atreven a perturbar su concentración. Temen que los traspase con la mirada. Nunca se da por vencida, por eso la contrató mamá. Percibe que allí es donde ocurrió todo y sabe que jamás falla.
Oigo retumbar sus pasos cada vez más cerca. Sé que pronto descubrirá dónde ocultaron mi cuerpo.
Foto: Michal Chelbin
Wow me dio hasta escalofrío , precioso Pilar
ResponderEliminar¡Qué bueno que te guste, Edith!
EliminarLa imagen inspira mucho.
Besos muy apretados, amiga.