Desde que rocé su piel, él se convirtió en mi veneno. Le gustaba presumir a caballo por la dehesa, saber que podía elegir entre todas las mujeres que suspiraban al verle y quedé prendada de sus ojos negros, sin remedio.
Seguí las improntas de sus pies sobre la arena, hasta que me perdí en el laberinto de su boca y ya no supe regresar. Pasé meses, a su lado, viviendo cada día sin aliento, hasta que desperté al borde del abismo.
Me envuelve el desasosiego cuando, en la oscuridad de la noche, invades mis sueños y tiemblo.
Palabras regaladas por Soledad y Gracia Olayo @GraciaOlayo
Relato publicado la 2ª semana de Octubre en
https://www.cincopalabras.com/ )
Relato de una obsesión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay amores que matan.
EliminarMuchas gracias, Rafael.
Besos apretados.