No
me asusta hablar de muertos vivientes, ni de fantasmas que aparecen, ni de
brujas malvadas y, mucho menos, de ogros que comen niños.
Pero
hoy no sé lo que me ocurre. No puedo dejar de temblar desde que he descubierto
que existe esa tierra maldita, donde los veranos duran décadas, los inviernos
pueden durar toda una vida y los problemas acechan donde menos te lo esperas. Allí,
la traición, la lujuria, las fuerzas sobrenaturales y las batallas sangrientas acaban
por tener consecuencias imprevistas y trascendentales. Por eso, nadie desea
despertar. La realidad es su peor pesadilla.
Me
parece que ese fue mi error. Tras tragarme las siete temporadas de un tirón, mi
tranquilidad se ha transformado en un sinvivir. Desde entonces, no encuentro un
lugar lo bastante seguro como para esconderme. Pero necesito desaparecer hasta
que me olviden. Todos me buscan sin descanso. Se mueren por volar a horcajadas sobre
mí mientras lanzo llamaradas y destruyo a sus enemigos.
Qué bueno, es que no es bueno consumir series televisivas en raciones de hartazgo :-)
ResponderEliminarUn abrazo
Tienen mucho peligro... jajaja
EliminarMil gracias, Albada!
Besos apretados.
Ya lo había leído en la página, pero me ha encantado volver a releerlo por aquí.
ResponderEliminarLas series se han incorporado a nuestra vida, también debemos saber incorporarlas a nuestras letras.
Un abrazo, Pilar
Ya forman parte de nuestra realidad.
EliminarMuchísimas gracias, Ángel.
Besos apretados.