Aunque siempre me trataste con respeto, para ti solo fui una diversión. Te faltó humildad y nos sobró pasión. Con los años, el amor se fue disipando y solo nos quedó un sentimiento de compañerismo. Sin darnos cuenta, la rutina se instaló entre nosotros adueñándose de todo. Invadió silenciosa, como la hiedra, cada rincón y nos asfixió dejándonos indefensos.
No sé cómo tuvimos fuerzas para abrir las ventanas de par en par y nos dejamos acariciar por la calidez del sol. Recuperamos el aliento respirando a bocanadas aire fresco.
Sin dudarlo, saltamos al vacío hacia el abismo de nuestro abrazo.
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