Hacía
muchas lunas que no se había movido ni un milímetro del sitio, salvo aquella
vez que lo arrastró un vendaval. Esa era toda la acción que había vivido desde
que regresó de su fantástica aventura. Ya no era el mismo de siempre. Cada día
le costaba más mantenerse en pie con los brazos en cruz, por culpa de ese
cuerpo entumecido y ajado. La última tormenta de verano casi acabó con él. La
lluvia y el viento lo vapulearon tan fuerte que dejaron al descubierto algunas de
sus partes íntimas. Tenía los días contados. Sabía que no soportaría muchas estaciones
si debía guarecerse bajo aquellos harapos.
Por
eso, cuando aquella muchacha apareció corriendo aterrorizada en medio del campo
de trigo y se refugió tras él, activó de nuevo su cerebro. Le recordó a Dorothy.
Buscó al resto de sus amigos, pero esta vez estaba solo. No había nadie más para
defenderla y aquel lugar tampoco era Ciudad Esmeralda. Apenas disponía de tiempo
para pensar. Se acercaba su perseguidor. Actuando con inteligencia, coraje y
corazón, agarró con todas sus fuerzas la hoz que alguien dejó olvidada a sus
pies y, en posición de ataque, esperó la llegada del malvado.
Un alucinada enorme, pero preciosa, imaginé un molino de viento, y la nena refugiándose en él.
ResponderEliminarUn buen texto. Un abrazo y feliz navidad
Si lees con más detenimiento el relato, verás que el protagonista es otro. Fíjate en el título...
EliminarMuchísimas gracias, Albada.
Besos apretados.
Paso a deserte Muchas Felicidades!! Que todo sea mejor. Besos
ResponderEliminarMil gracias, Hanna. Mis mejores deseos también para ti.
EliminarBesos apretados.